Tratando de tocar el cielo
Una noche cualquiera, de invierno, 2500 metros de altura, un refugio compuesto por cuatro paredes, un techo y una chimenea humeante. Dos personas se calientan las manos con el te hirviendo de sus potos, mientras miran maravillados el paisaje.
Todo esta quieto, en silencio, solo roto por el crepitar de un puchero con nieve deshelándose y el viento ululando entre las montañas. La luna esta apareciendo sobre una cresta iluminando el valle. Todo esta blanco, brillante, a excepción de los escarpados en los que la nieve no puede posarse y se vislumbra la roca oscura.
Un lago congelado, laderas nevadas en las que se vislumbra algún sarrio perdido como una mancha oscura. La vegetación inexistente y las crestas afiladas crean un ambiente inhóspito recordando que en un tiempo pasado ningún humano se acercaría a estos parajes.
Una conversación en voz baja, como intentando preservar la calma que reina. Entre sorbos de te hablan del día que les espera mañana. Relajados, con el cuerpo cansado tras un largo día de actividad, pero expectantes por la ascensión que les espera al día siguiente.
Los pocos animales que hay, mientras descienden a zonas mas bajas donde hay mas comida, parecen preguntarse que habrá llevado a estos humanos a venir a una región inhóspita. Seguramente estos mismos humanos no tienen respuesta para esta pregunta, simplemente sentían que tenían que subir allí.