Utopía No Es Una Isla
Layla Martínez plantea un recorrido histórico sobre los sueños de sociedades mejores en Utopía no es una isla: Catálogo de mundos mejores. Empieza con un análisis muy interesante de como en las últimas décadas la gran mayoría de la producción cultural es distópica, y los problemas que eso conlleva:
Los productos culturales reflejan la realidad, pero al hacerlo, también la crean. Imaginar futuros peores nos ha quitado la capacidad de pensar en un porvenir mejor.
El libro empieza con Tomas Moro y su Utopía, pasa por la era dorada de la piratería, para centrarse en el marxismo y sus herencias como el maoismo. Viendo las revoluciones desde la Rusa a Venezuela como sueños utópicos fallidos que planteaban una sociedad autoritaria temporal para llegar a modelos donde el pueblo participe mas directamente en la toma de decisiones. Relata una gran diversidad de propuestas revolucionarias, pero parece que para ella el anarquismo no existe o no merece la pena considerar sus utopías. Lo mas cercano a un movimiento antiautoritario que relata en el libro es Rojava.
Para terminar le dedica una buena parte del libro al ecologismo como alternativa a la visón distópica que empezamos a tener todas presente con el cambio climático. Tras criticar el ecofascismo, como un problema de racismo y nacionalismo, pasa muy de puntillas por el decrecimiento para centrarse en el ecosocialismo. Se explaya en relatarnos futuros de gobiernos centralizados, con economía planificada y donde la tecnología soluciona nuestros problemas ecológicos. No se si me siento mas incomodo con el hecho de que sueñe con estados férreos omnipresentes o con la visión de necesitar seguir destruyendo el planeta para generar tecnología que nos salve.